Los días se alargan y la temperatura sube. Ya sabes qué significa eso: luz natural hasta tarde, terrazas, paseos, playa y montaña. Ya huele a verano, la estación de las vacaciones y de disfrutar de la vida. Guardamos la ropa de abrigo y la estufa. ¡Pero hay que reforzar la hidratación!
Con el calor perdemos más cantidad de agua a través de la piel, sobre todo en ambientes húmedos. Si en invierno no podemos descuidar nuestras necesidades hídricas, en verano estas aumentan y requieren todavía de mayor atención. Por eso, en época estival conviene reforzar los buenos hábitos de hidratación que hemos adquirido durante los meses fríos.
La deshidratación es un riesgo para la salud y afecta en mayor medida a niñas y niños y personas mayores. Tiene efectos negativos sobre el rendimiento físico y mental. Empezamos sintiendo fatiga, cansancio, desconcentración, irritabilidad, dolor de cabeza… y poco a poco vamos sintiéndonos peor. El agua es tan importante para todas las funciones corporales que con una pequeña pérdida de la reserva hídrica del organismo (a partir del 2 – 4 %) ya sentimos los primeros efectos de la deshidratación.
Ya sea ambiental o corporal, la temperatura alta debe corregirse para evitar daños en el organismo. Somos muy sensibles a los cambios de temperatura interna y utilizamos el agua corporal como principal método de regulación. Este sistema es más efectivo cuanto mayor sea la diferencia entre la temperatura interna del cuerpo y la externa. Si el aire exterior está muy caliente, el cuerpo necesita invertir mucha más agua para enfriarse.
Para plantarle cara a la deshidratación, por un lado, tenemos que beber más agua; por otro, hay que evitar en lo posible su pérdida.
Se recomienda que los adultos beban unos 2-3 litros de agua diarios de media. Es decir, sin especial esfuerzo físico ni temperaturas muy altas. Pero si eres adulto y haces deporte, necesitarás bastante más.
El agua contenida en los alimentos forma una parte importante de la ingesta mínima diaria. Por eso, un saludable hábito veraniego es sustituir los platos pesados y grasos, tan propios del invierno, por otros ricos en frutas y verduras. Estas contienen abundante agua, algo que puede ayudarte a mantener una buena reserva hídrica.
La comida es clave, pero beber agua debe ser el principal hábito. El agua ingerida fresca (que no helada) no solo hidrata, sino que también ayuda a reducir la temperatura corporal por sí misma. Una botella de agua mineral en tu nevera o despensa te ayuda a pasar el calor tanto por su efecto refrescante como porque aumenta tu reserva hídrica. Una vez fuera de casa, asegúrate de tener una botella de agua mineral a mano. El agua y tú, siempre inseparables.
La clave para conservar más tiempo el agua corporal es, obviamente, evitar el calor. Para ello, deberías:
– Usar ropa fresca, ligera y transpirable.
– Evitar salir a la calle en las horas de mayor temperatura. En casa, bajar las persianas o cerrar las cortinas.
– Ventilar tu vivienda o lugar de trabajo en las horas más frescas del día.
– Darte duchas tibias.
– Consultar con un profesional médico o nutricionista en los casos convenientes.
En definitiva, en Importaco solo queremos recordarte que ahora que llega el verano no deberías abandonar los buenos hábitos de hidratación que hemos ido aprendiendo durante los pasados meses. Si el invierno te ayudó a comprender lo fundamental que es evitar la deshidratación, ahora en verano refuerza las rutinas de conservación del agua corporal. El agua mineral será tu mejor aliada durante el verano.