La calzada romana de la sierra de Gredos

La sierra de Gredos es un paraje agreste donde la naturaleza domina dándole la espalda a las pretensiones de la civilización. Y es cierto, por supuesto. En Gredos no somos los reyes, sino solo visitantes humildes, que nos asombramos por sus cumbres y nos sorprendemos por la aridez veraniega y el rigor nevado del invierno.

Sin embargo, el macizo ha sabido acoger a la actividad humana. O, más bien, somos nosotros los que hemos encontrado huecos en los que hacer de la sierra un lugar menos inhóspito y salvaje. Esto es así desde hace milenios.

Mucho antes de los registros históricos, los pueblos de la meseta ya transitaban por los pasos de Gredos. Y en los tiempos históricos, más aún. Testimonio de ello son los restos de una antigua calzada romana.

La calzada romana de Gredos, un legado histórico

Los romanos, orgullosos como la propia montaña, eran osados ingenieros y tenían por principio modelar el mundo a su antojo. Que el camino fuera largo no les impedía construir vías de miles de kilómetros que conectaban todos los rincones de sus dominios. En Gredos no podía ser menos. Aquí aprovecharon viejos trazados y, entre los siglos I y II a. C., construyeron una carretera pavimentada, firme y resistente, tanto que, parte de ella, todavía se conserva.

Unía los valles de Tormes y Alberche, un trayecto que formaba parte de la red de comunicaciones que enlazaba Ávila y Mérida. Situada en el paso del Pico, puerto de montaña del sur de Ávila, esta calzada ha visto pasar los milenios y también los ejércitos. Ejércitos de hombres aguerridos que la utilizaron para llegar rápido al otro lado de la meseta. Ejércitos de carromatos que llevaban mercancías del norte al sur y viceversa. Y, sobre todo, ejércitos de cabezas de ganado. Esa ha sido su principal función durante muchos siglos, participar de las redes de trashumancia que, todavía hoy, aprovechan los pastores para buscar pastos y manantiales.

De esos no faltan en Gredos. Las aguas que brotan aquí no podrían haber pasado un control más estricto: el del granito, silencioso y exigente observador del transcurrir de las eras. Solo con semejante filtro se consigue el agua mineral de singular pureza de Gredos, como la de Agua Doy. De las cumbres nevadas a los acuíferos más escondidos, milenios de trayecto. Es curioso pensar que el vaso servido hoy podría contener el agua que un legionario romano observó, todavía como nieve, al pasar por esta calzada una gélida mañana de hace dos mil años.
La calzada romana, hoy

Todavía es paso obligado de los ganaderos que llevan a las reses al sur en invierno, cuando el frío congela Ávila. Pero no solo ellos la recorren. También es transitada por los turistas que acuden a Gredos llamados por la pasión de la naturaleza y el deporte de montaña.

Un simple paseo nos trasladará a otra época. Partiendo de Cuevas del Valle, pintoresco municipio enclavado en la sierra, los senderistas pueden recorrer los zigzagueantes 7 km de camino y salvar los 425 m que separan al pueblo del puerto del Pico. El buen estado de conservación del pavimento original permite caminar sin perderse el majestuoso paisaje, aunque es posible que la fuerte pendiente haga dudar a los menos acostumbrados. Cuando lleguen los últimos kilómetros, estos tendrán que levantar la cabeza para disimular su sofoco ante el vigilante pico del Torozo. ¡Ánimo!, que al llegar al puerto espera una fuente de agua.

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