Una sonrisa inesperada, una caricia, un bonito atardecer o ese silencio que lo dice todo. Para ser feliz, muchas veces no es necesario acercarse a lo más grandioso ni embarcarse en los proyectos más complejos. La satisfacción puede venir con los pequeños placeres de la vida.
Estos nos rodean, están por todas partes y son más comunes y fáciles de alcanzar que las alegrías de una gran riqueza o el éxito profesional más notable. Sin embargo, es su propia cercanía la que nos aleja de ellos. Porque de tanto tenerlos a mano, nos olvidamos de que existen y de cuánto pueden hacer por nuestra felicidad.
¿Cómo podemos volver a encontrar esos detalles especiales? ¿Cómo disfrutarlos? El bienestar personal puede depender de saber valorar las pequeñas cosas. ¿El estrés se está introduciendo en tu vida? Quizá deberías frenar, tomar aire y mirar a tu alrededor. Hay muchas cosas maravillosas esperándote.
Te tomas el desayuno con prisa. Bebes agua para saciar la sed casi sin fijarte. Comes por costumbre. Le das los buenos días a tu pareja sin darte cuenta. Te duchas de manera mecánica. Y así con todo. Constantemente realizamos tareas o nos relacionamos con lo que nos rodea de una manera fría y casi aséptica, con la cabeza en preocupaciones o en las obligaciones. Lo que te proponemos no es olvidar las responsabilidades, sino encontrar la belleza de lo diminuto.
Disfrutar de lo sencillo pasa, primero, por cobrar conciencia de que lo sencillo existe. Este es el primer paso: darse cuenta de los placeres pequeños que encontramos cada día en nuestro camino. Y todo empieza por detenerse, pausar y observar a nuestro alrededor con otra mirada. Disponemos de muchas oportunidades cada día para regalarnos un caramelito que, poco a poco, nos cambie. Uno que nos haga más felices.
Encontrar esos dulces momentos requiere apagar el piloto automático que tanto nos dirige y convertirnos en observadores. Piensa en cuándo fue la última vez que, en vez de «sufrir» la lluvia, te sentaste a observarla y a apreciar el olor a mojado, el sonido de las gotas y el frescor en el rostro.
Así, siguiendo el ejemplo de arriba, podrías detener todo el ruido de alrededor y deleitarte con un desayuno delicioso, fijarte en los sabores, en los aromas. Podrías ser consciente de la sed y, por eso, fijarte en cómo el agua mineral se vierte en el vaso, cristalina y limpia, y en cómo te calma y te refresca. Podrías cambiar el desganado «buenos días» por una sonrisa amable y sincera y fijarte en el efecto que eso tiene en la otra persona, y en cómo ese pequeño detalle te cambia a ti.
No deberías hacer tu camino sin fijarte en lo que te rodea. Si quieres aprender a disfrutar de los pequeños detalles, reflexiona sobre tu entorno. Míralo, compréndelo y siéntelo. Así es como la taza que acabas de beber se convierte en mucho más.
Fíjate, es la taza que elegiste por su bonito diseño. Mírala, siente esa unión emocional. Y esa infusión que has hecho está repleta de sensaciones, perfumes y sabores. ¿Hace mucho que no disfrutas así de tu infusión? Si te preocupas de preparar esa infusión con Agua de Cortes, para que conserve todo su sabor, quizá también deberías preocuparte por detenerte y disfrutarla de verdad.
En Importaco no queremos que las pequeñas cosas te pasen desapercibidas. El consumo de agua limpia y fresca, la compañía de tus seres queridos, un paisaje, la flor de tu maceta, un plato humeante, el cariño de tu mascota. Son los detalles que te hacen ser feliz. Aquellos que, de verdad, son realmente grandes. ¡Abre los ojos y prepárate para disfrutarlos!