Desde hace unos meses se está poniendo de moda la llamada «agua cruda» (del inglés raw water) entre ciertos sectores de Silicon Valley, en California. Sus fundamentos chocan directamente con todo lo que sabemos sobre las virtudes del agua potable, la epidemiología y los éxitos en salud pública que ha traído la purificación del agua. ¿Has oído hablar de este boom? Te lo presentamos a continuación.
Diversas empresas estadounidenses han empezado a comercializar esta agua embotellada y sistemas para captar lluvia y otras aguas. Esto no tendría nada de peculiar si no fuera porque la clave de este concepto está en defender el consumo de agua no tratada, no controlada ni desinfectada.
Los seguidores de la tendencia raw water predican que la potabilización convierte al agua en un peligroso tóxico al que se le achacan males diversos, incluyendo dolencias mortales. Sostienen que hay que beber agua sin potabilizar recogida directamente de ríos o captada de la lluvia en cisternas caseras que no deben tratarse.
El riesgo de esta práctica nos pone en contacto con sociedades del pasado y no pocas del presente (2100 millones de personas carecen de acceso al agua potable), y para ponernos en contexto quizá deberíamos recordar qué es la potabilización.
Conseguir agua corriente potable, limpia y segura exige tratamientos físicos y químicos que eliminen contaminantes de origen natural (microbios y algunos metales pesados del suelo, por ejemplo) o artificial (sustancias que llegan al agua desde las industrias, las ciudades o los cultivos).
Por eso, si tuviéramos que destacar un único logro de la civilización moderna sería el de la «domesticación» del agua, que no es poco. Se nos suele olvidar porque estamos acostumbrados a tener agua en el grifo, pero para llegar a eso han tenido que pasar milenios de desarrollo científico, tecnológico y social. Hoy podemos decir con orgullo que hemos vencido a los microbios patógenos y parásitos que existen en el agua sin potabilizar, a los contaminantes tóxicos y elementos venenosos disueltos. Los controles son exhaustivos y eso garantiza la salud pública.
Según sus defensores, el «agua viva», pues así llaman al agua no tratada, incorpora al organismo microbios útiles y nutrientes necesarios, mejora la salud general y rejuvenece la piel, entre otras ventajas no demostradas. Su consumo evitaría las supuestas toxinas del agua potabilizada.
Entre sus riesgos está el consumo de bacterias, virus, hongos y parásitos que vivan en el agua, así como sustancias tóxicas no controladas que pueda tener disueltas.
El agua mineral no pasa por tratamientos de potabilización porque es naturalmente pura y limpia. Su extracción, embotellamiento y distribución están sometidos a estrictos controles de calidad de acuerdo a lo establecido por la ley y es bueno que así sea. El agua mineral no está tratada como la del grifo, simplemente, porque no lo necesita. No es una decisión caprichosa ni una arbitrariedad, es una realidad.
El agua mineral, como la de Bebidas Naturales, procede del subsuelo, de acuíferos situados a gran profundidad. Su origen está en las aguas que se han filtrado gota a gota, durante siglos, a través de centenares de metros de roca. Son puras, limpias y de composición conocida y controlada cumpliendo con lo establecido en la legislación de agua mineral natural. A ellas no llegan los contaminantes ni los microbios patógenos.
En Importaco defendemos el consumo responsable, la promoción de la salud personal y pública y el fomento de una vida sana. Si te planteas el consumo de agua cruda, solo te recomendamos que primero consultes con tu médico o nutricionista.