La sierra de Tramuntana demuestra que un paisaje es mucho más que un mosaico congelado en un lienzo. Es más que lejanos bosques, montañas y llanuras. Está vivo y muestra el resultado dinámico de unas interacciones entre el mundo natural silvestre y la presencia humana.
Si subiéramos al pico más alto de la Tramuntana, el Puig Major, y observáramos a la lejanía, veríamos que la comarca se despliega como una sucesión de hitos geográficos, silvestres, arquitectónicos, agrícolas y culturales. Ninguno es independiente de los demás. El entorno natural alberga a una comunidad humana que ha desarrollado una cultura y unas tradiciones derivadas de la influencia del propio relieve y del mar. A su vez, esta forma de vida ha transformado el entorno, pero sin agresión, de una manera cautelosa y respetuosa.
El resultado final es un mundo en el que todos sus componentes se han integrado de tal forma que el total no podría comprenderse sin alguna de las partes. Por eso, la Unesco le otorgó a la comarca de Tramuntana el título de paisaje cultural, en reconocimiento al valor intangible de la simbiosis entre mundo natural y población humana. ¿Quieres conocerla?
Aunque Mallorca ya había sido poblada por otras civilizaciones, no es hasta la conquista y el control del territorio por parte de los musulmanes (entre los años 903 y 1229) cuando podemos destacar la influencia humana en el paisaje de la Tramuntana. Con ellos, encontramos las primeras transformaciones importantes en el sustrato estético y cultural de la comarca.
La cultura islámica impuso en la Tramuntana su característica forma de estructuración social, fundamentada en divisiones tribales de pequeño tamaño. Así, nacen en la sierra pequeñas poblaciones dispersas aquí y allá, centradas en el cultivo de las especies predilectas de los musulmanes, aquellas que les traen recuerdos de oasis y jardines.
El regadío cobra protagonismo, pero para sostenerlo es necesario el desarrollo de eficaces redes de extracción, drenaje, canalización y aprovechamiento del agua disponible. En un entorno como la Tramuntana, totalmente inmerso en el clima mediterráneo, las precipitaciones son escasas e irregulares. El agua deseada surge de los subterráneos.
El dominio islámico fue el dominio de las ciencias hidráulicas. Los musulmanes aprendieron a buscar los manantiales y a dirigirlos con mano amable. En eso no ha cambiado la sierra desde entonces. Tanto en el medievo como en la actualidad, el agua mineral natural de Tramuntana ha sido un regalo de las profundidades. Donde antes había pozos y cuevas, ahora hay complejas instalaciones que protegen la pureza del agua, como la de Font Teix o la de Font S’Aritja. Como testimonio de todo aquello nos quedan neveros, fuentes, molinos, canales, pozos y qanats (un sistema de extracción de aguas subterráneas) que todavía forman parte del paisaje.
Estas obras de ingeniería perdieron cierto protagonismo durante el control cristiano a partir del siglo XIII, más preocupado por los cultivos de secano (vid, olivo y trigo). Pero la reconquista de la isla también trajo sus propios matices. Se redujo la superficie boscosa y se construyeron terrazas y bancales en las escarpadas laderas para enfrentar al máximo la escasez de suelo.
Esos bancales persisten y han dado una forma característica y propia a la Tramuntana, pero sus cultivos hoy muestran más diversidad. Con la llegada de la modernidad se introducen variedades que aportan colores nuevos al paisaje mallorquín y sabores distintos a los platos: cítricos, almendros, hortalizas americanas y otras variedades que llegaron para quedarse.
El aprovechamiento del agua ha definido el paisaje de la sierra de Tramuntana desde hace milenios. En Importaco estamos orgullosos de poder llevártela a casa. ¿Quieres formar parte de la historia de Mallorca? ¡Empieza por beber el agua mineral de Font Teix y Font S’Aritja!